Carmen Alborch

Me molesta esta bronca política que se contagia a la gente y aviva la crispación

Entrevista en LEVANTE el mercantil valenciano. 01.05.2016

«No tuvimos la capacidad de conectar con la ciudadanía frente al 'qué bonita está Valencia' de aquel momento»

Carmen Alborch (Castelló de Rugat, 1947) fue la «ministra pop» del felipismo, la directora del primer IVAM, la decana precoz de Derecho, la sempiterna diputada y una de las víctimas electorales de Rita Barberá. Tras el 20-D dejó el escaño y ha vuelto a la Universitat. Sigue con la bandera feminista y la melena roja, que es a su imagen lo que la manzana a Apple.

Paco Cerdà | Valencia

Llega con una Coca-Cola en la mano por un pasillo de la Facultat de Dret. Podría ser mayo del 68, cuando la estudiante Alborch Bataller cursaba Derecho sin saber que iba a doctorarse en 1973 y se convertiría en decana de la facultad a los 37 años, ya con rango de catedrática de Derecho Mercantil. Pero el tiempo ha pasado. Y mucho. Hoy, colgado el hábito político desde el 20 de diciembre, Alborch ha recuperado el traje académico. Con 68 años ha vuelto a su plaza en la Universitat y está, dice, en fase de «reciclaje». Su despacho es el 5C08. Cerca de allí arranca esta entrevista post-política. Como si fuera un déjà vu del lugar donde todo empezó. Donde dice que contrajo, y así comienza la charla, «un compromiso político por cambiar la sociedad, por cambiar el mundo, como decíamos en aquel momento».

¡Muy utópico!

Es que pertenecíamos a la generación de mayo del 68. Queríamos cambiar el mundo con unos valores que para mí siempre han sido los de la Ilustración: la libertad, la igualdad, la justicia, la fraternidad, y que conectan muy bien con el socialismo. Y mira que yo, aunque llegué a ministra con el PSOE, no tuve el carné del partido hasta que Zapatero me lo planteó.

Ahora mentirá y dirá que hoy volvería a entrar en el PSOE sin sopesar otras opciones nuevas como Compromís, Podemos o IU.

Pero no mentiré, diré la verdad al afirmarlo. (Risas)

¿Por qué?

Es el partido con el que mejor sintonizo, lo cual no quiere decir que sea perfecto. Pero me identifico con su historia de más de un siglo, con la evolución de su pensamiento, con su conexión internacional. De las otras formaciones valoro ciertos aspectos. Y hay líderes de estos partidos a los que puedo admirar.

¿A quién admira?

El alcalde de Valencia lo está haciendo bien. Noto que la ciudad respira con mucha más libertad. Que hay mucha más creatividad.

¿En diez meses ya nota eso o es que lo quiere notar?

No, yo lo noto. Y es una opinión que también me trasladan otros. Con este cambio es que como si se nos hubiera ido un peso de encima, como una nube espesa?

¿Tóxica?

¡Sí, espesa y tóxica! Era como un fatalismo, un determinismo. La ciudad respira con más libertad y creatividad. Cada día hay gente que me cuenta nuevos proyectos vinculados a la cultura, al medio ambiente, a las mujeres?

Usted ha sido diputada o senadora durante 19 años y nueve meses: 7.231 días de escaño. ¿Es positivo eternizarse en la política? Positivo para la sociedad, quiero decir, no para el bolsillo de uno.

Depende. Si tienes un compromiso fuerte e intentas trabajar bien, ser coherente y estar conectado con la ciudadanía y gozas de su confianza, sí.

La corrupción suele aflorar con el paso de los años. ¿No limitaría mandatos?

La corrupción no es cuestión de tiempo, sino de ética. El peligro de apoltronarse en un cargo es desconectar de la sociedad.

El animal político bípedo se hizo cuadrúpedo y no ha sabido caminar. ¿Por qué?

No tengo nada claro que fuera un animal bípedo. Eran dos partidos, pero no formaban un mismo ser. Cada uno iba por su lado. Ahora todo el mundo busca quién ha tenido la culpa o si es un fracaso el que no se haya formado Gobierno. A mí me extraña muchísimo que no se castigue la corrupción del PP.

¿Se castigará más el hecho de que no hayan llegado a pactos?

No es una disyuntiva. Sí que se ha intentado pactar, pero no todos lo han intentado de la misma manera. Pedro Sánchez se lo creyó de verdad. Ahora espero que la queja de la sociedad no se quede en el desencanto, sino que se traduzca en una coherencia con el voto y en un rechazo a la falta de asunción de responsabilidad de los dirigentes que se encuentran, de forma sistemática, ante casos de corrupción en sus filas y no lo corrigen.

¿Qué cualidad le vendría bien a Pedro Sánchez de Felipe González y de Zapatero?

¡Qué difícil! Comparte con ellos una frase que decía Pedro Zerolo: «Acertamos cuando somos valientes». Los tres han sido valientes en sus liderazgos. De Felipe, su enorme talento y su capacidad de seducción. Tiene una gran capacidad de conexión con el debate intelectual y político que hay en el mundo. Y de Zapatero, su pasión por la igualdad: su primera ley contra la violencia de género, el matrimonio entre personas del mismo sexo, la ley de igualdad efectiva entre hombres y mujeres.

¿No se avergüenza ni un poco del actual Felipe González? Muchos socialistas sienten decepción por que la chaqueta de pana se quedara en la puerta giratoria.

Hay quien dice que tiene dos almas. Pero él sigue siendo generoso y solidario para acudir a un mitin o a un debate. Todo lo que ha salido de que cobra esto y lo otro? Felipe González está en think tanks en los que hay una compensación económica. No veo en ello nada rechazable. En todo caso, decepcionar a la gente es un riesgo que tenemos todos.

De la generación del 68 al post 15M. La izquierda sigue en su sueño y la derecha está con el «cabet en la faena».

Pues sí. Pero es que es importante combinar la utopía y el pragmatismo. La izquierda combina los ideales con poner todos los medios para que esos ideales se conviertan en realidad. Y lo que dices de la derecha, pues sí: han estado con el cabet en la faena. Tienen su ideología, pero también unas redes clientelares. Han demostrado que están en la faena, con sus frutos correspondientes. De sus excesos, pagados por todos, han hecho dinero para financiar a su partido y obtener un enriquecimiento personal ilícito.

¿Qué es ser de izquierdas y en qué se demuestra?

Es tener un compromiso con la justicia, la libertad, la igualdad y la solidaridad y en afrontar los desafíos de la modernidad sin una actitud conservadora. Y ser de izquierdas se demuestra en cómo se redistribuye la riqueza y cómo se hace efectiva la igualdad de oportunidades. Que no se queden en papel mojado.

El PSOE, el tradicional partido urbano, ya es un partido rural que ha perdido las ciudades. Parece que desprenda caspa.

El partido está en un momento muy importante para su modernización, para cambiar. Es una crisis de la que espero que salgamos adaptados a los nuevos tiempos. Vivimos en un tiempo donde las maneras de comunicar, la tecnología, la forma de llegar, de convencer, de enganchar. Lo que tenemos que hacer es?

¿Marketing?

No, no es marketing. La gente quiere razones y poder hablar.

¿Detecta en la política una pasión desbocada por el marketing?

A veces hay un exceso y se descuidan los contenidos. Hemos llegado a un momento en que todo es brocha gorda. Y hay cosas difíciles de explicar en poco tiempo. Pero una de las cosas que más me molestan de la política actual es la bronca, el estado permanente de excitación.

¿Lo ve peligroso?

No es que sea peligroso, sino que es ineficaz y se contagia a la ciudadanía. Ahí tienen responsabilidad ciertos formatos televisivos. Porque fomentamos la crispación. Mira Ángel Gabilondo: utiliza el razonamiento, y eso es atractivo. Ximo Puig también tiene un talante para estos tiempos. La prudencia y la humildad son virtudes que hay que fomentar. La izquierda ha de ser enemiga del egocentrismo y la egolatría. Aquí estamos por el bien común.

Diga un reto del feminismo.

El feminismo quiere cambiar el orden social para conseguir la igualdad entre hombres y mujeres en un mundo equilibrado y sin violencia. Y el reto más pendiente y dramático de la desigualdad es eliminar la violencia contra las mujeres. Eso pasa, entre otras cosas, por cambiar el concepto de la masculinidad. Educar a los hombres en la no violencia. Las mujeres, por su parte, han de vencer muchos miedos.

¿Se ha sentido la feminista oficial del socialismo español?

No. Me siento una feminista reconocida. He estado en las instituciones, pero sigo sintiéndome muy activista.

¿Y alguna vez ha tenido la sensación de formar parte de una especie de cuota obligada?

A lo mejor he tenido algún puesto de responsabilidad porque tenía que haber mujeres. Pero es que luchamos para que se normalizara la presencia de mujeres en la vida pública.

Llevar a Carmen Alborch siempre quedaba bien?

¡Florero no! Quizás el motivo era porque eras mujer. Pero si tenías esa oportunidad, la aprovechabas en la lucha por la igualdad.

¿Hay suficiente rechazo social ante la violencia machista?

Cada vez hay más. Pero debe avanzarse en esa línea.

No se ha llegado al punto de rechazo que concita el terrorismo.

No. Y es una forma de terrorismo. ¿Cómo podemos vivir en una sociedad que cada año mata a sesenta mujeres?

¿Qué pasaría si fueran sesenta hombres?

Es que eso no pasaría.

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